Cuando las cosas marchan según lo esperado; cuando la vida nos da el lujo de realizar ese paso tal y como lo hemos planeado; cuando tenemos esa inspiración para emprender algo nuevo; o esa energía vital que nos corre por las venas cuando hacemos aquello que nos apasiona… Cuando todo eso ocurre, buscamos la forma de inspirarnos más, de darnos ese ánimo que nos lleva a dar ese paso extra e ir más lejos. Pero a veces en todo este proceso que nos llena de orgullo y vigor nos exigimos de más, porque todo sacrificio tiene sus frutos.
Pero a veces, precísamente por a veces sobre exigirnos, llegamos a un punto de quiebre. El cuerpo empieza a pasarnos factura por las veces que no lo escuchamos; nuestra brújula marca un norte distinto al que queremos; cometemos muchos errores y muchas cosas dejan de salir como esperamos.Nos quebramos, y nos encontramos con esa versión vulnerable de nosotros que mayoría de las veces queremos evitar. Nos cuestionamos, nos frustramos y pensamos constantemente en las cosas que pudieron ser si habríamos actuado distinto.
Que pena, que seamos tan duros con ese «yo quebrado»: la versión que más necesita de nuestro propio abrazo. Esa versión que necesita escuchar «lo haz hecho bien», «recupérate», «aprende de esta ocasión», «todo va a salir bien». Ese yo tan vulnerable es el que más necesita de nuestro amor.Y que irónico! ¿no?… Yo que promuevo el amor propio. La vida sigue presentándome estos momentos para que verdaderamente aprenda qué es prioridad. Pero ya todo es pasado, y al pasado solo se mira cuando queremos hacer las cosas distintas y para mejor.
Sé sensible con la parte que más necesita de ti. Date amor especial en las bajas, que cuando llegues alto, te sentirás orgulloso de ti.Deja de ser tan duro/a con esa versión vulnerable tuya, quiérela y fíjate qué te quiere enseñar.
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